domingo, 29 de julio de 2012

SER O GNOSCE TE IPSUM (pt. I)



El problema con el gnosce te ipsum es el pensamiento estandarizado. Todos nos conocemos, el problema es que no sabemos cómo lo conocemos y cómo lo sabemos. Pues si, en la actualidad se nos diseño una forma de aprendizaje y de transmisión de dicho aprendizaje estandarizado para millones de personas, cuando las características de dichos millones de personas son completamente distintas.

Aunque tenemos rasgos similares el fondo es completamente distinto. Podemos acordar en otorgar ciertas características a un color y así las características de dicho objeto como yo lo percibo se repetirá de la misma forma en que el otro percibe características del mismo objeto y por el consenso seguiremos estando de acuerdo en que sigue siendo el mismo color por ejemplo. Sin embargo, acceder al entendimiento del otro de forma significativa es imposible por el método tradicional que nos enseñaron: palabras acordadas o términos consensados.

Pensemos, para aclarar solo un poco, en un daltónico: podemos explicarle el orden de los colores de un semáforo para hacerlo “funcional” en términos de vialidad: entenderá el orden verde, amarillo, rojo y funcionará como los no daltónicos lo hacen, respetando el alto, preventivo y siga; sin embargo el ejemplo llega hasta el punto de la llamada, también por consenso, “capacidad diferente”, para el siguiente acuerdo las personas normales, o mejor dicho, las personas que entran en una norma (para evitar el uso de normal-anormal y así no entenderlo de forma despectiva) el consenso o la adecuación social de parámetros se vuelve más complejo.

Funciona tal vez mejor un ejemplo más claro: un músico virtuoso o de los llamados con “oído absoluto”; una persona de la norma en cuanto a capacidad apreciativa musical se refiere, puede captar variaciones de hasta medio tono, sin embargo personas con oído absoluto se dice que pueden captar variaciones de una nota de hasta una quinta de tono. Más claro aun: la persona normal maneja el nombre de poco más de 8 colores, un diseñador grafico tiene la capacidad de manejar más de 20 variaciones de tonos con sus respectivos nombres; un buen diseñador, claro.

Lo anterior podría parecer un poco contradictorio en sí mismo, ya que inicio señalando que el error se encuentra en la estandarización de la educación y brinco a la ejemplificación en base a términos estandarizados por los teóricos. Sin embargo, mientras no encontremos una mejor forma de explicar-se al otro tendremos que seguir recurriendo a lo apre(he)ndido de forma tradicional educativa. Y es un problema a nivel mundial, la educación ha sido urgida de reformas constantes y no es porque el hombre vaya cambiando a pasos agigantados, si bien ha avanzado en tecnología y en aprendizaje los mecanismos siguen siendo prácticamente los mismos desde el nacimiento de la cátedra.

Ningún país se salva, así gane el primer sitio en la prueba PISA hay una constante necesidad de reformas educativas.

En fin, la idea aquí no es criticar el sistema educativo, que da para kilómetros de letras, sino para expresar lo inexpresable: el conocimiento.

La forma en la que conocemos está basada no en el conocimiento en sí, sino en la finalidad de transmitirlo. Es más importante enseñar que entender, para muestra basten las tablas de multiplicar: las sabemos, en la mayoría de los casos y en todos los casos a nivel básico, al dedillo, es decir de memoria, por su función musical tal vez (dos por una dos, dos por dos cuatro, dos por tres seis, etc…) o por la educación condicionada (premio / castigo) o por mecanismos similares. Es hasta que el juego de la lógica entra al tablero que relacionamos la función multiplicadora. Así sucede con todo. Conocemos lo que conocemos en base a palabras o a imágenes. Incluso los griegos manejaron ese error cognitivo: las virtudes son representadas y no solo eso, tenían que ser femeninas; lo considero un error, aunque involuntario tal vez, si seguimos con el ejemplo anterior: a los niños se les tiene que formar en dos etapas: la concreta y la abstracta… caigo en un error involuntario: “se les tiene que formar” y es precisamente esa formación la que tenemos que eliminar.

Y pareciera ser mi error pero es más bien mi límite: no sé cómo podríamos generar un conocimiento transmisible a través de persona a persona sin que medie por nuestros sentidos. Sin embargo el conocimiento es posible.

Lo concreto es la parte consensuada cognoscible y sobretodo perceptible (aunque no podríamos asegurar la forma perceptible individual). Lo abstracto en cambio plantea el meollo del asunto.

Las abstracciones son a fin de cuentas lo que se busca conocer: ser, alma, muerte, tiempo, otro, amor, odio, felicidad, justicia, moral, estética, yo…

Wittgenstein lo mencionaba con palabras más, menos: el límite de la filosofía/conocimiento es el límite del lenguaje; Jacques Lacan ha sido el Psicoanalista propulsor del lenguaje como motor de la psique (y no me refiero a la cura del habla, para los freudianos). Y todo filósofo y psicólogo y humanista, antropólogo, etc., ha acudido al lenguaje en diferente medida. Todo científico ha acudido al lenguaje en mayor medida (estos en el lado de lo concreto), sin que se entienda que no considero científicos a los humanistas, al contrario. Pero la distancia entre una rama y otro es la materia de investigación: lo tangible y lo intangible. Y considero que ambas ramas se tocan necesariamente y se influencian necesariamente.

En fin, olvidemos dogmatismos sobre el procedimiento lógico, el científico, el educativo y vayamos al punto: el conocimiento o el saber…

¿Qué sucede cuando un bebé recién nacido tiene hambre? Mejor dicho ¿Cómo sabe que tiene hambre? Sólo lo sabe. Así podría plantear todas las necesidades fisiológicas del bebé lo que nos dejaría en un límite del conocimiento solamente: el fisiológico y no quisiera que todo esto se interprete con la base del hedonismo. Para dar el salto al conocimiento global tendremos que tener presente el procedimiento científico y algunas leyes físicas como las de Newton… retorno a los bebés: las madres van observando, si son cuidadosas, los llantos del bebe, los sonidos, los gestos, etc. Así también el bebé va haciendo su parte y va razonando lo que nosotros tenemos como fórmula: a toda acción corresponde una reacción; pero sin este formulamiento concreto-abstracto. Sólo lo sabe.

Partimos todos del mismo lugar y estamos en el mismo lugar que todos, lo que nos permite suponer un paralelismo y lo que es más, yo supongo una situación: no soy un bebé y si lo fuera no podría explicar lo que intento en base al lenguaje, al menos no al lenguaje “de adultos”, ni siquiera, tal vez, habría un lenguaje de bebés en el que me podría explicar, sin embargo el conocimiento lo tendría, lo que es más, tal vez otros bebés entenderían mis necesidades, las sabrían, mejor dicho, sin entenderlas o sin saberlo como nosotros las entendemos o sabemos.

Lo que pretendí decir antes es que el conocimiento y el saber existen aunque no lo tengamos formulado o descrito o codificado en signos y lenguaje. Y al contrario, ese conocimiento codificado llega a ser un paradigma y peor aún, un dogma. Cuando esto sucede nos llega la angustia, que no explicare ahorita, si han leído a Heidegger no hace falta, en caso contrario cuando pueda codificarlo en signos lo haré. Esa angustia del “no saber” lo abstracto, los ideales, lo que nos mostraron como mujeres vendadas o querubines con flechas y arco. La angustia de desconocer el amor, la bondad, la maldad, el ser, el otro, la muerte. Y todo por no poder describirlo con palabras como: dos por dos son cuatro…

Retorno al punto inicial, que nos salva de la angustia: el conocimiento de sí mismo (puede sustituirse, según mi conocimiento, por cualquier concepto abstracto anteriormente mencionado u otro); ya sabemos ello. Sabemos quiénes somos, qué es el yo, qué es el otro, qué es el tiempo. Pero expresarlo nos retorna a la angustia, una angustia absurda in situ, ya que también sabemos del otro y podemos saber que hay un paralelismo con el otro, lo que nos hace saber que él sabe y él sabe que nosotros sabemos… es innecesario explicarlo entonces.

Supongamos que queremos, aun así, explicarlo. No sirve de nada porque entendería pero nunca lo experimentaría como nosotros. De ahí que cada quien tenga experiencias completamente distintas de vida y de apreciación, incluso al ver el mismo cuadro, oír la misma canción, leer el mismo libro… esto incluye al autor de las obras. Pero la forma más racional entonces de explicarlo sería sin pretender formularlo, solo decirlo y que el otro supongo lo que guste, o lo que pueda suponer y no esperar más, no esperar la comprensión, solo la empatía desde un nivel paralelo. Pero esto más allá de lo desesperanzado debe ser alentador, por la simplicidad que representa, la honestidad en sí y el reconocimiento de la situación, de los límites y sobretodo del otro.

Por lo tanto lo más difícil es lo más simple y viceversa: gnosce te ipsum. Conocerse a sí mismo es lo más simple, porque nos conocemos y es lo más difícil por dos razones: no podemos explicarnos porque encontramos la explicación a una pared llamada otro y en correspondencia y se nos responde (igual); y dos: porque en algún momento nos modificaron la idea o el concepto o el saber de cómo se sabe y cómo se conoce, es decir, incluso de cómo se siente. Por eso terminamos creyendo que no sabemos o no nos conocemos o no sentimos como deberíamos.

Todo esto parece absurdo ya que en principio yo mismo estoy expresando algo inexpresable sustancialmente como lo pretendo, sin embargo, en base a lo que dice Emmanuel Levinas en sus conferencias de “El tiempo y el otro” sobre la muerte, me amparo y busco la trascendencia en la absorción… fue mi apología, los complementos después…

Mictlan Arriaga V.

2 comentarios:

  1. sin saber nada, digo que el conocimiento se sabe a sí mismo. es parte de las reglas de pertenecer a este mundo. tenemos que aprender lo que otros dicen por la razón evolutiva. no me imagino un mundo donde todos tengamos conceptos distintos de lo conocido. es más, no creo que pudiera existir un mundo así. el otro día mencionabas algo al respecto cuando el post de "no desear revoluciones, por que no conocemos un mundo en revolución" ...no se puede no desear sin conocer... es entonces que aplica el tener un conocimiento de quién vivió un suceso de tal magnitud y que ese suceso sea aprendido no por experiencia propia sino por vivencias ajenas. Es necesario tener ese conocimiento ajeno.

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  2. Perdón por tardar. Sólo menciono una cosa: gracias a dichas revoluciones tienes la posición que tienes. Puede ser que sin ellas hubieses estado mejor hoy, pero puede también que peor, de ahí sigo sosteniendo lo dicho antes.

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