miércoles, 21 de enero de 2015

Alice... Dodgson...



Alrededor de estos días suceden cosas. Quesos. Casas. Casos. Por ejemplo muere Lenin. De Vladimires hay bastante y qué podría decir este cerdo capitalista, su inseguro servidor.
Francisco Toledo entrega su casa Iago (con i, no con L) a un organismo federal de cultura con la esperanza de que sea bien manejado y no pierda fuerza, razón inicial que lo hizo ceder dicho hogar: políticos que recortan gastos culturales y le pegan al pueblo donde menos le duele (porque al pueblo no le interesa la cultura, seamos honestos y no políticos; le interesan las televisiones de pantalla plana que mueven México y nos recuerdan aquello de “estamos al borde del abismo, hay que dar un paso adelante”, Groucho Marx por ejemplo es un fantástico sombrerero loco).
El caso es que por estos días, alrededor o en medio, ex-céntrico siempre, se publicó “Alice's Adventures in Wonderland”, librito-azo, librazo-ito de lectura comodísima, y tantos superlativos que me apoyan. Los superlativos fueron diseñados especialmente para hoy y para  conmemorar este libro.
Qué más da, hablamos de un mundo pedófilo (fantasía, claro) o no, psicodélico o no, alucinante o no, teórico-tétrico o no; sombreros y té, relojes y conejos, gatos y sonrisas, naipes, orugas, dodos, ratones, pastelillos e infusiones.
Cuando leí el libro por segunda ocasión fue con la finalidad de subrayar cada frase “extraña” que pudiera esconder algo; el libro inicia con la protagonista sentada al lado de su hermana que lee un libro sin dibujos ni diálogos. Sin diálogos. Tal vez era un libro de matemáticas, como el autor era matemático (además de otras tantas cosas) no es tan descabellado pensar que se personifica como la hermana de Alicia en el libro.
Luego la pequeña Alice se pregunta si vale la pena cortar flores. Una pequeña no se pregunta eso, las corta, casi como instinto. Y hasta aquí todo subrayado y vamos en el párrafo dos. En fin, qué tarea tan absurda esa de buscarle cierta lógica a lo que se lee, y más si nos referimos al libro citado. Decidí sólo disfrutar la lectura, pero un poco tarde: el libro de barata edición estaba todo subrayado.
Los estudios realizados al libro “infantil” desde cualquier óptica terminan siendo un absurdo para todo aquel que, como yo, sólo quiere disfrutar de una obra maestra y más absurdo pensar que hay obras infantiles, juveniles, para adultos, etc. El adjetivo lo pone siempre el hombre. La obra ES, sólo hay que hacerla leyendo.
Hoy suceden cosas, como el queso de Cheshire que a cada rebanada desaparece; como un Do-Do-Dodgson que tartamudo y como sea fue clérigo, matemático, botánico, químico, astrónomo, fotógrafo, escritor y tantas cosas más, tal vez hasta pedófilo, lo bueno es que no nos interesa su persona como su obra.
Algún día será día de Alicia a través del espejo y lo que vio al otro lado. Algún día será un feliz no cumpleaños y también hay que festejarlo.


Mictlan.