El problema
con el gnosce te ipsum es el
pensamiento estandarizado. Todos nos conocemos, el problema es que no sabemos cómo
lo conocemos y cómo lo sabemos. Pues si, en la actualidad se nos diseño una
forma de aprendizaje y de transmisión de dicho aprendizaje estandarizado para
millones de personas, cuando las características de dichos millones de personas
son completamente distintas.
Aunque tenemos
rasgos similares el fondo es completamente distinto. Podemos acordar en otorgar
ciertas características a un color y así las características de dicho objeto
como yo lo percibo se repetirá de la misma forma en que el otro percibe características
del mismo objeto y por el consenso seguiremos estando de acuerdo en que sigue
siendo el mismo color por ejemplo. Sin embargo, acceder al entendimiento del
otro de forma significativa es imposible por el método tradicional que nos
enseñaron: palabras acordadas o términos consensados.
Pensemos, para
aclarar solo un poco, en un daltónico: podemos explicarle el orden de los
colores de un semáforo para hacerlo “funcional” en términos de vialidad: entenderá
el orden verde, amarillo, rojo y funcionará como los no daltónicos lo hacen,
respetando el alto, preventivo y siga; sin embargo el ejemplo llega hasta el
punto de la llamada, también por consenso, “capacidad diferente”, para el
siguiente acuerdo las personas normales, o mejor dicho, las personas que entran
en una norma (para evitar el uso de normal-anormal y así no entenderlo de forma
despectiva) el consenso o la adecuación social de parámetros se vuelve más
complejo.
Funciona tal
vez mejor un ejemplo más claro: un músico virtuoso o de los llamados con “oído absoluto”;
una persona de la norma en cuanto a capacidad apreciativa musical se refiere,
puede captar variaciones de hasta medio tono, sin embargo personas con oído absoluto
se dice que pueden captar variaciones de una nota de hasta una quinta de tono. Más
claro aun: la persona normal maneja el nombre de poco más de 8 colores, un
diseñador grafico tiene la capacidad de manejar más de 20 variaciones de tonos
con sus respectivos nombres; un buen diseñador, claro.
Lo anterior podría
parecer un poco contradictorio en sí mismo, ya que inicio señalando que el
error se encuentra en la estandarización de la educación y brinco a la ejemplificación
en base a términos estandarizados por los teóricos. Sin embargo, mientras no
encontremos una mejor forma de explicar-se al otro tendremos que seguir
recurriendo a lo apre(he)ndido de forma tradicional educativa. Y es un problema
a nivel mundial, la educación ha sido urgida de reformas constantes y no es
porque el hombre vaya cambiando a pasos agigantados, si bien ha avanzado en tecnología
y en aprendizaje los mecanismos siguen siendo prácticamente los mismos desde el
nacimiento de la cátedra.
Ningún país se
salva, así gane el primer sitio en la prueba PISA hay una constante necesidad
de reformas educativas.
En fin, la
idea aquí no es criticar el sistema educativo, que da para kilómetros de
letras, sino para expresar lo inexpresable: el conocimiento.
La forma en la
que conocemos está basada no en el conocimiento en sí, sino en la finalidad de
transmitirlo. Es más importante enseñar que entender, para muestra basten las
tablas de multiplicar: las sabemos, en la mayoría de los casos y en todos los
casos a nivel básico, al dedillo, es decir de memoria, por su función musical
tal vez (dos por una dos, dos por dos cuatro, dos por tres seis, etc…) o por la
educación condicionada (premio / castigo) o por mecanismos similares. Es hasta
que el juego de la lógica entra al tablero que relacionamos la función
multiplicadora. Así sucede con todo. Conocemos lo que conocemos en base a palabras
o a imágenes. Incluso los griegos manejaron ese error cognitivo: las virtudes
son representadas y no solo eso, tenían que ser femeninas; lo considero un
error, aunque involuntario tal vez, si seguimos con el ejemplo anterior: a los
niños se les tiene que formar en dos etapas: la concreta y la abstracta… caigo
en un error involuntario: “se les tiene que formar” y es precisamente esa formación
la que tenemos que eliminar.
Y pareciera
ser mi error pero es más bien mi límite: no sé cómo podríamos generar un
conocimiento transmisible a través de persona a persona sin que medie por
nuestros sentidos. Sin embargo el conocimiento es posible.
Lo concreto es
la parte consensuada cognoscible y sobretodo perceptible (aunque no podríamos asegurar
la forma perceptible individual). Lo abstracto en cambio plantea el meollo del
asunto.
Las abstracciones
son a fin de cuentas lo que se busca conocer: ser, alma, muerte, tiempo, otro,
amor, odio, felicidad, justicia, moral, estética, yo…
Wittgenstein
lo mencionaba con palabras más, menos: el límite de la filosofía/conocimiento
es el límite del lenguaje; Jacques Lacan ha sido el Psicoanalista propulsor del
lenguaje como motor de la psique (y no me refiero a la cura del habla, para los
freudianos). Y todo filósofo y psicólogo y humanista, antropólogo, etc., ha
acudido al lenguaje en diferente medida. Todo científico ha acudido al lenguaje
en mayor medida (estos en el lado de lo concreto), sin que se entienda que no
considero científicos a los humanistas, al contrario. Pero la distancia entre
una rama y otro es la materia de investigación: lo tangible y lo intangible. Y considero
que ambas ramas se tocan necesariamente y se influencian necesariamente.
En fin, olvidemos
dogmatismos sobre el procedimiento lógico, el científico, el educativo y
vayamos al punto: el conocimiento o el saber…
¿Qué sucede
cuando un bebé recién nacido tiene hambre? Mejor dicho ¿Cómo sabe que tiene
hambre? Sólo lo sabe. Así podría plantear todas las necesidades fisiológicas del
bebé lo que nos dejaría en un límite del conocimiento solamente: el fisiológico
y no quisiera que todo esto se interprete con la base del hedonismo. Para dar
el salto al conocimiento global tendremos que tener presente el procedimiento científico
y algunas leyes físicas como las de Newton… retorno a los bebés: las madres van
observando, si son cuidadosas, los llantos del bebe, los sonidos, los gestos,
etc. Así también el bebé va haciendo su parte y va razonando lo que nosotros
tenemos como fórmula: a toda acción corresponde una reacción; pero sin este
formulamiento concreto-abstracto. Sólo lo sabe.
Partimos todos
del mismo lugar y estamos en el mismo lugar que todos, lo que nos permite
suponer un paralelismo y lo que es más, yo supongo una situación: no soy un bebé
y si lo fuera no podría explicar lo que intento en base al lenguaje, al menos
no al lenguaje “de adultos”, ni siquiera, tal vez, habría un lenguaje de bebés
en el que me podría explicar, sin embargo el conocimiento lo tendría, lo que es
más, tal vez otros bebés entenderían mis necesidades, las sabrían, mejor dicho,
sin entenderlas o sin saberlo como nosotros las entendemos o sabemos.
Lo que pretendí
decir antes es que el conocimiento y el saber existen aunque no lo tengamos
formulado o descrito o codificado en signos y lenguaje. Y al contrario, ese
conocimiento codificado llega a ser un paradigma y peor aún, un dogma. Cuando esto
sucede nos llega la angustia, que no explicare ahorita, si han leído a Heidegger
no hace falta, en caso contrario cuando pueda codificarlo en signos lo haré. Esa
angustia del “no saber” lo abstracto, los ideales, lo que nos mostraron como
mujeres vendadas o querubines con flechas y arco. La angustia de desconocer el
amor, la bondad, la maldad, el ser, el otro, la muerte. Y todo por no poder
describirlo con palabras como: dos por dos son cuatro…
Retorno al
punto inicial, que nos salva de la angustia: el conocimiento de sí mismo (puede
sustituirse, según mi conocimiento, por cualquier concepto abstracto anteriormente
mencionado u otro); ya sabemos ello. Sabemos quiénes somos, qué es el yo, qué
es el otro, qué es el tiempo. Pero expresarlo nos retorna a la angustia, una
angustia absurda in situ, ya que también
sabemos del otro y podemos saber que hay un paralelismo con el otro, lo que nos
hace saber que él sabe y él sabe que nosotros sabemos… es innecesario
explicarlo entonces.
Supongamos que
queremos, aun así, explicarlo. No sirve de nada porque entendería pero nunca lo
experimentaría como nosotros. De ahí que cada quien tenga experiencias
completamente distintas de vida y de apreciación, incluso al ver el mismo
cuadro, oír la misma canción, leer el mismo libro… esto incluye al autor de las
obras. Pero la forma más racional entonces de explicarlo sería sin pretender
formularlo, solo decirlo y que el otro supongo lo que guste, o lo que pueda
suponer y no esperar más, no esperar la comprensión, solo la empatía desde un
nivel paralelo. Pero esto más allá de lo desesperanzado debe ser alentador, por
la simplicidad que representa, la honestidad en sí y el reconocimiento de la situación,
de los límites y sobretodo del otro.
Por lo tanto
lo más difícil es lo más simple y viceversa: gnosce te ipsum. Conocerse a sí
mismo es lo más simple, porque nos conocemos y es lo más difícil por dos
razones: no podemos explicarnos porque encontramos la explicación a una pared
llamada otro y en correspondencia y se nos responde (igual); y dos: porque en algún
momento nos modificaron la idea o el concepto o el saber de cómo se sabe y cómo
se conoce, es decir, incluso de cómo se siente. Por eso terminamos creyendo que
no sabemos o no nos conocemos o no sentimos como deberíamos.
Todo esto
parece absurdo ya que en principio yo mismo estoy expresando algo inexpresable
sustancialmente como lo pretendo, sin embargo, en base a lo que dice Emmanuel
Levinas en sus conferencias de “El tiempo y el otro” sobre la muerte, me amparo
y busco la trascendencia en la absorción… fue mi apología, los complementos después…
Mictlan Arriaga V.